lunes, 17 de enero de 2011

El encanto del no tiempo

I want her everywhere
And if she's beside me i know i need never care
But to love her is to meet her everywhere
The Beatles

Se encontraron esfumados por el aire que los recorría. Aprovecharon la poca distancia de los cuerpos para mirarse consecutivamente a los ojos, sin pestañar, sin perder una milésima de segundo en la oscuridad de la ausencia. Se disfrutaban en silencio, queriendo saber de qué se trata el otro, más que eso...Descubrirlo. Desnudarlo con las palabras y con la lengua. Con la piromanía del combate retorico y las uñas. Y aquel segundero espera estático y anacrónico, como si supiera que la noche se pasa para el resto de los mortales, pero entre esas cuatro paredes, la vida es solo una hamaca.


Y ellos pactan con el vaiven, entre el cenicero y la almohada, en la cama que los consiente y los reclama cuando el lejos planta bandera. Ese malvado de película que se convierte en el enemigo a derrotar, y cuando se calza el disfraz de benévolo, es el culpable del reencuentro que los devuelve a la vida.


Es más que una charla, es la aficción a la confesión. La entrega voluntaria y desesperada de declarase en cada palabra. Darle verdad, tragedia y ese encanto de los que solo saben de pasión cuando dejan la sangre en el monólogo. Y el riesgo, que es más grande que la apuesta y más necio, se esfuma. Quizás eso sea el amor. Si, quizás eso sea y un manojo más de recitales de sentidos. O inventar el séptimo, el octavo y el vigésimo, para que nunca se olviden de sentir.


Si, el segundero sigue intacto, pero los pajaros lo contradicen. Ya no importa, o nunca importó, siquiera cuando ya las señoras almorzaban o los padres se retiraban a la siesta. El tiempo nunca los supo correr, ellos acosan los relojes.