lunes, 26 de abril de 2010

Brillantina: una confesión de otoño

A Panredondo...Gracias!

Margot vivió los peores meses de su vida, pasó del llanto inagotable al odio desnudo, de las palpitaciones a la pastilla para dormir, de la plaza por las tardes al diván del mediodía, del abrazo pedido a gritos al fibrón chocando en la pared. Había tanto sufrimiento que sin saberlo se vació entera y quedó hueca mirando al rincón oscuro de siempre.

Un domingo híbrido -hace dos semanas-, trenzada en la cama con un viejo fetiche adolescente y el corazón de vacaciones, su hermana la llamó y le dijo las palabras mágicas:
"Me caso en diciembre".

Contra pronósticos, una bronca en ascensor se filtro por su laringe.

Y un odio despuntó el lunes por la mañana.

Y la envidia la tapó por la noche...

Y las lágrimas la empaparon por la madrugada.

Margot supo -en ese preciso instante- que su enojo con la vida la había llevado a un lugar tan ridículo como inexacto. No podía permitir sentirse así frente a la felicidad de su misma sangre. No quería saborear ese paladar amargo. El tormento había aterrizado en la persona intocable.

Aquel martes que siguió, se levantó con la necesidad de curarse el alma a paños tibios. Se divorció de la ira, de la frustración y de la tristeza camino al baño. Se lavó la cara, se miró al espejo y volvió a nacer. Su hermana, su favorita en el mundo, le devolvió la vida que había abandonado en el mundo donde las horas no pasan.

Hoy Margot ya no tiene los ojos apagados, porque su hermana le salpicó el alma con brillantina.

1 comentario:

  1. simplemente excelente la conjunción entre el sentir y las imágenes que van brotando en el alma...!!! te felicito

    Félix

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