martes, 11 de agosto de 2009

Autopsia de un amor prohibido

El yace sobre esa cama que comparte con otra mujer. Ella me conoce bien y aún sabiendo la existencia una de la otra, lo compartimos. Así se barajaron las cartas hace años.

Y crecimos los tres viéndonos a la cara. Sentados a la misma mesa. Respirando el mismo aire y nadando los mismos mares. Juntos y amontonados. Con lo que eso duele a veces.


El nos enseñó a plantar abedules, a jugar con historias que siempre tenían finales trágicos, a limpiar autos de colección, a olvidarnos de la delicadeza de la lengua. Nos enseñó a ambas todo lo que sabemos.

Y yo lo sigo queriendo para mí.
¡¡¡¡¡Mi papa es mío!!!!!!!

Evaluando este problema que me complica la existencia y me retuerce como mi abuela a la ropa, deserté de buscar amores por fuera de las puertas de mi casa.

Al fin de cuentas, haciendo un resumen de mi vida amorosa –amorfa también- nada se le asemeja a papá.

Algunos presentaban características similares, formas parecidas, sombras que se podían confundir por estatura, anchura o porte varonil. Pero de cerca, todo terminaba en fiasco.
En etapas de rebeldía recuerdo haber buscado figuras opuestas a mi padre.

Mi papá no es un señorito inglés como dirían algunas abuelas: tiene las manos pesadas, los sueños livianos, se rasca inoportunamente en zonas oportunas, grita, escupe, va al baño, trabaja, transpira, discute por sin sentidos, solo sonríe cuando de verdad el chiste es bueno, no tiene mucha paciencia, se desespera porque un auto se le cruza, una persona se le cruza, un perro se le cruza.

Pero es perfecto. Así, es perfecto para mí.

Cuando crecí decidí hacerme cargo y responsabilizarme de mi edípica relación. Dejé de mentirme con estereotipos que nunca me iban a convencer y busqué hombres por su parecido con él. Un juego macabro de coincidencias, mas que uno de encontrar las siete diferencias en el dibujo. Y a todos les faltaba cinco para el peso.

Mi papá, me enseñó a putear con saña, a disfrutar de un buen tocadiscos, a no darles de comer en la boca a los hombres, a leer los clasificados del domingo y entender el canal de la bolsa.
Me enseñó a conocerme: darme cuenta que soy exagerada muchas veces, que me gusta mucho el Shopping y poco ahorrar, que tengo muchos miedos insólitos, que soy muy cómoda, que soy insoportable de mal humor, que no me río tanto como pienso, que no se mucho de cocinar, planchar y lavar, que discuto mucho, que lloro mucho, que pido mucho, que grito mucho…Y aún así me ama. El sigue siendo mi mejor mitad. Y no es soltero, para colmos.

Ya no tengo remedio, tendré que acomodarme en esta desgraciada realidad y aceptar que mi amor es prohibido y tiene otra mujer. Una mujer que me conoce y que conozco.

Será cuestión de seguir compartiéndolo. Con lo que eso duele, siempre…


3 comentarios:

  1. muy bueno! a ver si, juntas, hacemos algo respecto al edipo y que el tiempo, como herramienta, nos deje alojar nuevos pantalones listos para sentarse a cenar.." Paula (taller guion)

    ResponderEliminar
  2. Quien te oiga que nos ayude también!
    Y gracias por detenerte y pasar!

    ResponderEliminar
  3. No quisiera ser aquél que, sin saberlo, viene a ocupar un espacio que hasta hoy es de otro.

    Tanto consiguiéndolo como no, el resultado final puede ser terrible.

    ¿Y si buscás un desengaño en tu viejo? Aparentemente es la única forma de dejar atrás los viejos amores.

    Salú

    ResponderEliminar